El poder de las creencias
Cada una de nuestras creencias hacen que concibamos la vida de una manera u otra, y tienden a apoyarnos o a sabotearnos. Son creencias en relación a nosotros mismos, (auto-concepto), a lo que está bien o mal, a lo que hay que hacer o no, en cierta manera es una “programación” muy interiorizada, con la que vemos y observamos el mundo y todo lo que nos va aconteciendo, todo lo que nos sucede lo filtramos y lo interpretamos según éstas, alejándonos con frecuencia de la realidad, estar más en la mente – en las creencias, nos desconecta del presente, del sentir real de uno mismo y de las cosas.
Por ello ya no es tan importante lo que ocurra, sino cómo lo interpretamos y la importancia que le otorgamos. La mayoría de estas creencias han nacido de nuestras primeras experiencias de vida… y a la vez éstas mismas se van alimentando conforme ocurren acontecimientos en nuestra vida adulta que parece que refuerzan aún mas esas creencias.
La creencia es la semilla que da vía libre a un sin fin de pensamientos. Si ésta lleva una carga negativa, como por ejemplo:“ no soy capaz de hacer las cosas bien”, partiendo de esta afirmación la rueda de pensamientos que se genera irá por la misma línea, ocasionando que desistamos de hacer infinidad de cosas, de hacer y ser diferentes. Nos Limita enormemente mucho de nuestro contenido mental, es como tener un vestido hecho a medida que no da cabida a la flexibilidad, a ser diferentes, a ser creativos y libres, además de hacernos “esclavos” de cierta rutina y hábitos, al no dar paso a nuevas vías, a nuevos campos de exploración, a nuevas posibilidades de ser y hacer.
Infinidad de acciones que realizamos están motivadas por creencias que hemos ido adquiriendo desde la más tierna infancia, algunas son plenamente conscientes para nosotros y otras no, siendo estas últimas principalmente, las que determinan que reaccionemos de forma automática, sin darnos ni un mínimo margen a elegir, es decir, reaccionamos de manera impulsiva debido a creencias con mucho peso y carga afectiva, que hacen emerger automáticamente emociones, que no dan espacio a decidir cómo actuar.
Deseamos muchas veces vivir de una determinada manera, lo que ocurre es que nuestras creencias más profundas, no se encuentran en consonancia con ese deseo, precisamente porque el discurso interor nuestro, o parte de este, nos cierra puertas.
Un concepto más elevado del yo implica adoptar nuevas verdades y “despedirse” de otras que tal vez ya no tienen mucho que ver con uno mismo, somos muchísimo más que nuestro yo “programado” , al que por supuesto hay que agradecer ya que su función ha tenido…
Supongo que una de las claves es intuir, saber, sentir, que en nuestro interior ya albergamos todo lo que queremos y deseamos ser, sólo hay que despertarlo, permitir que sea posible.
Somos pura energía y todo lo que emitimos es eso mismo, por ello hay que estar conectados a nuestra propia corriente, desarrollar el hábito de parar, de estar en silencio con uno mismo, de saber escuchar, de auto-observarnos, y eso nos dará más pistas sobre cómo entender más a los demas, cosechar el hábito de elegir los pensamientos e ideas que aporten algo positivo, si le sumas nuestra fuerza de voluntad y nuestra elección de querer que sea posible, entonces tiene un poder infinito.
Todas las transformaciones empiezan por un deseo ardiente de cambiar. Al igual que la vida son ciclos, nosotros también pasamos por numerosos cambios, a veces impuestos, y otros elegidos, sea como sea es interesante saber que nosotros también podemos reciclarnos, renovarnos, re- aprender…
Tener creencias que nos amplíen y nos hagan sentir bien es esencial para ir sembrando confianza en nosotros mismos y en la vida que queremos tener, para que nos impulse a vivir más plenamente.
Arancha Echávarri
Sabado y Domingo: Cerrado
0 comentarios